En 1907, Chile tenía tres millones de habitantes. La población activa era de más o menos 1 millón 250 mil personas, de las cuales solamente el 13,5% eran obreros, es decir más o menos 170 mil trabajadores. Los obreros del salitre eran, en Tarapacá alrededor de 30 mil (se dice que 20 mil bajaron a Iquique). Antofagasta debe haber tenido a lo menos una cifra similar. Por tanto, un 35% del total de obreros existentes en Chile en ese año, eran trabajadores salitreros. Vivían y laboraban en la misma zona geográfica que aunque muy extensa permitía la comunicación entre ellos, por la red ferroviaria que conectaba las oficinas. A fines de noviembre, los trabajadores de Tal Tal conocían las peticiones que agitaban a los obreros del salitre en Tarapacá. Proporcionalmente a la población del país, la masa de obreros del salitre debe haber sido una de las más grandes concentraciones proletarias del mundo. Estaba dotada, además, de una homogeneidad excepcional, tanto en términos de idioma, costumbres y pautas culturales. Sufrían el mismo sistema de explotación, incluyendo el régimen de de pulperías, recibían bajos salarios, afrontaban pésimas condiciones de seguridad, vivían en condiciones miserables y sufrían tratos vejatorios. Al mismo tiempo, utilizaban similares modos de organización y alcanzaban un nivel de conciencia que explicaba la enorme envergadura de la huelga y el comportamiento disciplinado, responsable y tranquilo de los miles y miles de obreros que se movilizaron a Iquique.
Hay un testimonio que dice mucho sobre la conciencia del pampino. Proviene del propio general Silva Renard que escribió “siendo el salitrero el peón más civilizado externamente (es también) el más altanero, creyéndose el productor de las riquezas explotadas por el patrón”.
Lo más probable es que lo que a Silva Renard le incomodaba como altanería fuera simplemente dignidad y orgullo de trabajador. En sus palabras hay además un reconocimiento no querido a la conciencia de clase. El obrero salitrero percibía la esencia misma del capitalismo: sabía que su trabajo producía la riqueza y que se le arrebataba una parte de ella en beneficio del patrón que lo explotaba.
De esos trabajadores altaneros fueron los asesinados enla Escuela Santa María de Iquique, a los que hoy recordamos. Los sobrevivientes fueron humillados y perseguidos. Se los borró de la historia y pareció que todo se derrumbaba para siempre. No fue así, renacieron en muchos otros que luchan en todas partes y que no están dispuestos a dejar de hacerlo a pesar de los fracasos.
Hay un testimonio que dice mucho sobre la conciencia del pampino. Proviene del propio general Silva Renard que escribió “siendo el salitrero el peón más civilizado externamente (es también) el más altanero, creyéndose el productor de las riquezas explotadas por el patrón”.
Lo más probable es que lo que a Silva Renard le incomodaba como altanería fuera simplemente dignidad y orgullo de trabajador. En sus palabras hay además un reconocimiento no querido a la conciencia de clase. El obrero salitrero percibía la esencia misma del capitalismo: sabía que su trabajo producía la riqueza y que se le arrebataba una parte de ella en beneficio del patrón que lo explotaba.
De esos trabajadores altaneros fueron los asesinados en
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