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Realizado por estudiantes de la Universidad Católica de Temuco, Facultad de Educación, Pedagogía en Educación Básica con Especialización, para la cátedra de Enseñanza de la Historia y las Cs. Sociales. Daniela Acuña Zúñiga. Roxana Oporto Sáez. Jenny Romero Muñoz. Angélica Segura Moraga.

lunes, 9 de enero de 2012

La economía del salitre y su importancia en la Sociedad

         Durante más de 35 años, la economía chilena dependió de la producción y exportación de salitre.
•          Durante el siglo XIX, el salitre fue propiedad principalmente inglesa. En el siglo XX la propiedad se diversifica.
•          El Estado no fue propietario del salitre, pero sus principales recursos provenían de las exportaciones de salitre.
•          El Estado utilizó los recursos provenientes del salitre, entre otras cosas en infraestructura, educación y burocracia.
•          Producto de la iniciativa privada, en la segunda mitad del siglo XX se desarrollan algunas industrias.
•          Las prácticas productivas coloniales se mantienen en el campo. Producto de la demanda interna se fortalece la producción de trigo.
El auge salitrero significó para el Estado chileno una importante entrada de recursos durante casi cincuenta años, por la vía de los derechos de exportación sobre el valor total del salitre y yodo. Para el período 1880-1924, los costos de producción bordearon 1/3, las ganancias netas de los capitalistas otro tercio —fundamentalmente capitalistas extranjeros que a fines del siglo XIX representaban cerca de dos tercios de la industria salitrera— y el tercio restante lo percibió el Estado.
La relevancia de la industria salitrera en las entradas del fisco chileno queda de manifiesto al comparar su impacto en el tiempo. Hacia 1880, los tributos representaban menos del 5% de las rentas ordinarias. En 1890, esa proporción había subido al 48%; en 1910 llegó al 51%, mientras que para 1915, los impuestos a las exportaciones del salitre significaban un 60% de las entradas de la nación. Según Sunkel y Cariola “En los cincuenta años del período 1880-1930, el total acumulado de los derechos pagados por el salitre y yodo llegó a casi mil millones de dólares (corrientes)”. Siguiendo las conclusiones de los mismos autores, las ganancias netas de los inversionistas —locales y extranjeros— habrían alcanzado una magnitud similar en el período 1880-1930.
La industrialización de las grandes ciudades, además de las faenas mineras del norte que generaron importantes procesos migratorios, significó la aparición de núcleos de trabajadores urbanos medios y proletarios que laboraban y vivían en muy precarias condiciones y marginados de luchar por sus intereses en el sistema político o incidir en las agendas legislativas de la época. Las organizaciones de trabajadores a fines del siglo XIX. Señala Sergio Grez: estaban conformadas por mutuales, cooperativas, escuelas de artesanos, orientadas al mejoramiento material, a la ilustración, a la formación moral, al socorro mutuo, al ahorro, entre otras inquietudes “regenerativas”, hasta que las demandas comenzaron a articularse políticamente.
Las organizaciones obreras adquirieron mayor presencia, variedad y desarrollo ideológico a comienzos del siglo XX, a través de otras vías: las sociedades de resistencia de orientación socialista y anarquista.
La situación para las clases trabajadoras a principios del siglo XX era deplorable. Además de las injustas condiciones laborales, la ausencia de legislación del trabajo, las miserables condiciones de vida y de habitat, especialmente en las ciudades, hay que añadir el proceso inflacionario que experimentaba el país, producto del aumento del papel moneda, desde 1898 a 1924 rigió la inconvertibilidad, aumentando el circulante y la inflación, lo cual deterioraba día a día el poder de compra de los más pobres.
Señalemos que el año 1907, la inflación alcanzó al 34.35%, la más alta del período 1880-1925. Parte importante de los recursos provenientes del auge salitrero fue invertido por el Estado en su crecimiento, en infraestructura pública funcional al desarrollo del país y en cobertura educacional. Así, para 1880, el total de empleados públicos alcanzaba los 3 mil. En 1900 era de 13 mil y en 1919, los funcionarios del Estado alcanzaban los 27 mil. Por su parte, la red ferroviaria pública tenía en 1900 casi los mismos kilómetros que la privada un poco más de 2000 llegando a más de 5 mil en 1915, 2 mil kilómetros más que las vías privadas (3 mil aquel año). Asimismo, en educación, los establecimientos fiscales —enseñanza primaria, secundaria y superior presentan un importante aumento: de 531 en 1860 a 1.313 en 1895, y a 2.238 10 años después, para alcanzar más de 3 mil en 1915. En consecuencia, el número de alumnos para esos niveles también aumentó notablemente: de 20.485 en 1860 se pasó a 152 mil en 1895, luego a 291 mil en 1910 y superando los 400 mil en 1920.

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